Allá
por la década de los 70, el escritor Francés Alain Pevrefitte puso en
circulación un libro titulado “Cuando China Despierte”. El titulo, parafraseando
lo anunciado por Napoleón de que “cuando china despierte, el mundo temblará”,
se ha convertido en una aplastante realidad. Aupados por la ingente masa de
población y después de haber uniformado el país durante los años del Maoísmo,
el poderío económico Chino, acompañado de una eficaz influencia política
internacional, ha llegado a todos los rincones del mundo.
Atrás
han quedado los tiempos en que se intervenía en todos los ámbitos económicos de
los ciudadanos, o se mantenían contenciosos territoriales con los países
vecinos. A día de hoy, y aunque oficialmente continua la denominación de
“sistema comunista”, en la práctica nada tiene que ver con los estrictos dogmas
que ese sistema representa. En boca de ellos, la expresión Un País dos
Sistemas, lo que indica es que a pesar del nombre, los chinos viven mucho mejor
bajo el paraguas del capitalismo. Quizás tantos años de disciplina férrea en
todas las facetas de la vida, han ayudado a esa expansión económica, un tanto
desordenada, pero que resulta muy eficaz para la elevación del nivel de vida de
sus habitantes.
Poco
queda ya de esos recuerdos de niño, en los que la televisión de entonces
mostraba imágenes de un país en el que todo el mundo vestía igual y se movía en
bicicleta. Hoy en día, los atascos de circulación en sus ciudades son
espantosos, con autopistas repletas de vehículos nuevos y de marcas
mundialmente reconocidas. Ciudades enormes proyectadas en altura con
rascacielos que albergan empresas punteras de todo el mundo. La moda china está
introducida en todos los países occidentales, donde causa estragos económicos
debido a su bajo coste y muy aceptable calidad.
La
visión perfecta de lo reseñado, la encontramos en Shanghái. Hoy en día se ha
convertido en la puerta de entrada a China, pues allí se ubican los centros de
negocio de las empresas extranjeras y de las del país que se quieren proyectar
internacionalmente. Se dice que alberga a casi 33 millones de habitantes y se
ubica en la desembocadura del rio Yangtsé. Con una superficie de más de 6.000
km², es la capital económica del país y sus modernas construcciones han hecho
olvidar las antiguas edificaciones locales. El denominado Malecón, en el barrio
de Bund y a orillas del rio Huangpu, es el lugar preferido de sus habitantes
para pasear con la fantástica visión del Skayline de Shanghái, que no envidia
en nada a los más famosos de Nueva york o Chicago. Todo un hito de
construcciones modernas en el barrio de Pudong con enormes edificios, como la
torre de Shanghái, de más de 600 metros de altura y con un mirador visitable en
su zona alta. Las vistas a la ciudad desde allí son espectaculares y nos permite
hacernos una idea de la magnitud de la ciudad.
Pero,
por supuesto, Shanghái tiene mucho más. La ciudad antigua de Qibao, reconstrucción
de viejas edificaciones y donde se ubican todo tipo de tiendas y mercados
originales chinos. El Museo de Shanghái, dedicado al antiguo arte chino y los
de Historia Natural o el del Arte. El parque de Lu Xun, Los templos del Buda de
Jade y el de Jing an. La torre de la Perla Oriental, dedicada a comunicaciones
y ubicada en pleno barrio de negocios de Pudong. Y como no, compras. En la
calle de Nanjing encontraras de todo lo que se puede conseguir. Grandes y
occidentalizados centros comerciales y marcas de moda en una larga calle
peatonal, que tardarás en recorrer. En los callejones adyacentes encontrarás
multitud de comercios pequeños con todo tipo de artículos y en los que el arte
del regateo sigue vigente. Es sin duda lo mejor de la zona.
Pero
si queremos dejar Shanghái y adentrarnos en ciudades “menos” tumultuosas, hemos
de coger un avión que nos acerque a Chongqing. Data su antigüedad desde hace
3000 años y dispone “solo” de 24 millones de habitantes, pero es igual de
complicada. Allí, se puede disfrutar del Zoológico del Oso Panda, con esos
bellos animales que buscan sombra mientras comen bambú. El casco antiguo de
Ciqikou, junto al rio Jia Ling, con templos, puestos de comida y casas de té
hoy convertidos en atracción turística, es donde se agolpan los ciudadanos en
busca de relax y diversión. Pero visitar esta ciudad tiene otra motivación, es
de aquí de donde parten los cruceros que recorren el mítico rio Yangtsé.
El
embarque se realiza a primera hora de la tarde, con lo cual habrá tiempo suficiente
para acomodarse, conocer el barco y cenar algo antes de que comience el
movimiento de la nave. Esto ocurre al anochecer y es desde el rio en el que
comienza una visión espectacular de la ciudad. Todos los edificios iluminados,
los puentes se vuelven preciosos y asombra atisbar la enorme extensión y altura
de sus construcciones. Una belleza sin duda. Durante el resto de días de
navegación, esta se alterna con paradas en lugares visitables como la fortaleza
de Shibaozhai, en una colina a la rivera del rio. Las gargantas de Wu y Qutang,
angosto estrechamiento de una fluente del rio Yangtsé con farallones a los
lados de una altura muy considerable, y a las que solo se accede a través de
pequeñas chalupas en las que se ha de embarcar.
Y
alternado noches de tertulia a bordo y bajadas a tierra en diversos lugares
para visitar, estas sí, pequeñas poblaciones, antes de finalizar el crucero es
imprescindible visitar la Presa de las tres Gargantas. El proyecto
hidroeléctrico más grande del mundo con esclusas salvables en cinco etapas.
Esta presa se ubica en la cercanía de la ciudad de Yichang y dispone de 32
turbinas de 700 MV cada una. Su puesta en marcha afectó a mas de 2 millones
personas, ocultando más de 300 pueblos y ciudades, si bien logró detener las
inundaciones frecuentes que se producían en épocas de lluvia, y sirvió para
asegurar el suministro de agua a muchos de los territorios chinos así como el
abastecimiento de electricidad de forma constante. Cabe reseñar que la altura
del agua del rio Yangtsé oscila entre los 50 y los 180 metros de profundidad, y
que la presa ha logrado amansar la ingente cantidad de agua que atraviesa
china, desde su nacimiento en las montañas del Tíbet hasta su desembocadura en Shanghái,
un trayecto de casi 6.400 Km.
Desembarcando
en Yichang, se ha de recorrer por carretera el trayecto que nos conduce hasta
Jingzhou y posteriormente a Wuhan. Es aquí desde donde podremos subirnos a un
Tren de Alta Velocidad que nos deposita, tras cuatro horas, en la mítica y
también superpoblada Xi’an. Esta ha de ser una parada imprescindible, pues no
se ha de pasar por alto la visita a uno de los descubrimientos más grandiosos
del pasado siglo. Los Guerreros de Terracota. Descubiertos por agricultores
locales en 1974, se estiman en casi 8.000 esculturas de guerreros a tamaño
natural y enterradas en una especie de trincheras, y se cree que tenían como
misión “velar” la tumba del emperador Qin Shi Huang, quien fue emperador de
China en el siglo III a.c., y murió a los 39 años tras haber logrado la unificación
de todos los territorios chinos. Se dice que la tumba del emperador está
localizada bajo los guerreros, pero que no se ha procedido a su excavación y
estudio por estar rodeada de ríos de mercurio, lo cual lo haría muy peligroso.
Aun sin la tumba visible, la visión de los guerreros alineados en una extensión
tan grande y techada, resulta espectacular para los visitantes que a diario
inundan las instalaciones y el museo anexo. Es aquí donde se puede uno
maravillar con la observación del formidable carro de bronce, hallado junto a
los guerreros y tirado por caballos.
Pero
como se ha de continuar, subiremos de nuevo a un avión para culminar el viaje
en la capital del país. Beijing (antigua Pekín). Como no, otra gran urbe
completamente occidentalizada pero que conserva los vestigios de las antiguas
culturas del País. El Palacio de verano, que constituyó el jardín preferido por
la dinastía Qing. Utilizado para refugio de los extremos calores del verano pequinés,
rodea un hermoso lago artificial con preciosas edificaciones en sus riberas,
así como una larga galería en madera policromada de vistosos colores. Incluso
alberga un barco de mármol en una de sus orillas y que, evidentemente, no
navega, pero hacia las funciones de sala de descanso. También en la capital se
puede buscar un momento de relax y disfrutar de un agradable paseo en Triciclo
por el barrio de Hutong, que aún conserva el encanto de las antiguas
construcciones chinas con comercios tradicionales.
La mítica
explanada de Tiananmen es el lugar donde se han producido algunos de los hechos
históricos ocurridos en china. Tiene una extensión de más de 400 mil metros
cuadrados y se encuentra rodeada por varios edificios oficiales, que le dan un
aspecto “soviético” tras la remodelación habida allí en la década de los años
50 del pasado siglo. En un lateral de la plaza, se encuentra la joya pekinesa
por excelencia, la Ciudad prohibida. Esta es la denominación usual del Palacio
Imperial, al que se accede por la Puerta de Tiananmen y desde cuyo piso
superior se anunciaba al pueblo chino la proclamación de los nuevos
emperadores, y más recientemente la de la Republica Popular de China por Mao
Zedong en 1949. En el interior del complejo se suceden multitud de pequeños palacios
y jardines, todos ellos rodeando la impresionante explanada interior del gran
palacio, que es donde los emperadores realizaban las grandes celebraciones. En
sus costados alberga el Salón de la Suprema Armonía, el de la Armonía
Preservada y el de la Armonía Central. También dispone de una bella escalinata
de mármol, construida en época de la Dinastía Ming y situada junto al Salón de
la Armonía Preservada. También se albergan algunas exposiciones de objetos de
las antiguas dinastías, como los objetos de jade del Salón de la Longevidad.
Pero hay más, como el Parque Jingshan, el jardín Yuhuayuan, o el Salón del
Cultivo Mental. Muchas de estas construcciones podemos rememorarlas con el
visionado de la película El Último Emperador, pues muchas de las escenas fueron
rodadas en el interior del esta magnífica Ciudad prohibida.
Pero
como no se puede ir a Beijing y no visitar la Gran Muralla China, hemos de
reservar toda una mañana para ello. Con una longitud de más de 2.700 km, es
visible desde el espacio y su misión era únicamente defensiva. Construida con
ladrillos y piedra se construyó uniendo múltiples tramos realizados a lo largo
de la historia china, dispone de 20 mil torres de vigilancia y 10 mil almenaras
y marcaba la separación de la civilización china de las bárbaras tribus nómadas
de Asia. Por término medio, tiene una anchura de 6 m y unos 8 m de alto, con
una calzada pavimentada en ladrillo. Desde Pekín se puede acceder a visitar
varias zonas de la muralla, como la de Mutianyu o Simatai, pero la más cercana
y por ello la más visitada es la de Badaling, a 40 km de Pekín y compuesta por
los sectores este y oeste tiene forma circular, es la parte mejor conservada y
nos hace tener una visión aproximada de “lo que no se ve”. Este es el sector más
fácil de visitar y nos llevara entre tres y cuatro horas, salvando grandes
desniveles pero que una vez superados, nos ofrece una visión imponente. Eso sí,
se ha de sortear la enorme multitud de gente que se apiña entre sus cuestas y
torres. Con esta zona nos bastaría para hacernos una idea de la que es la mayor
construcción humana de la historia, aunque no estaría de más visitar zonas más
alejadas si disponemos de tiempo.
Todo
lo aquí reseñado se puede hacer cómodamente en un plazo de dos semanas, con
ello tendríamos una corta pero suficiente visión de la china actual.
Evidentemente, saliendo a lugares ubicados fuera de los circuitos turísticos,
muestra percepción cambiaria notablemente y tendríamos otros elementos de
juicio.
China
no es un país fácil de visitar, por lo que hacerlo mediante una agencia es lo
más recomendable, pero armándonos de valor y de paciencia se podría ver por
libre. El visado para acceder a china (90 euros) ha de sacarse con antelación
al viaje y tiene una validez de 3 meses desde su expedición. Una vez allí,
paciencia. Muy poca gente habla otro idioma que el chino (ni ingles ni nada),
con lo que la comunicación con ellos es muy difícil. Suelen ser los chinos
bastante maleducados con el extranjero y los ademanes de no hacer ni caso a lo
que pides, están a la orden del día. Hoteles de lujo donde nadie habla inglés e
incluso pedir agua se convierte en una pequeña odisea. Los Taxis acostumbran a
no coger extranjeros, aunque parezca mentira, con lo cual salir de los hoteles
para cenar en la noche no es lo más recomendable, pues la vuelta se complica
enormemente si pasan de las once, que es la hora a la que cierra el metro. Y no
olvidar que la censura del gobierno llega a todos los canales de comunicación,
no funciona Facebook, ni Whatsapp, ni Google, con lo que comunicarse con el extranjero
se complica un poco. Y “algo absurdo”, la fijación con quitar mecheros en todos
los controles de acceso (aeropuertos, estaciones ffcc, museos) es enfermiza, máxime
cuando no hay objeción al paso de cerillas.
Las
ciudades más representativas, que son las mencionadas aquí, son enormes en
extensión, lo que complica grandemente los desplazamientos. Superpobladas con
enormes edificaciones de viviendas en altura, única forma de acoger a los muchos
millones de habitantes que se agolpan en cada una de ellas. Están atravesadas
por múltiples autopistas con una tráfico infernal y atascadas durante todo el día.
En
el lado bueno, se ha de reseñar que es un país con una identidad maravillosa,
con muy bellos paisajes y unas diferencias étnicas muy marcadas. La modernidad
occidental ha calado de forma definitiva en sus ciudadanos. Enormes centros
comerciales con todas las marcas occidentales que podamos conocer. El parque de
vehículos es muy actual con coches más modernos de lo que podíamos suponer y
con mucho aporte de tecnología hibrida o eléctrica. Las motocicletas, todas
ellas eléctricas, han sustituido a las antiguas bicicletas. Los aeropuertos son
modernos y con una gran capacidad, igual que ocurre con las estaciones de tren,
donde los trenes de alta velocidad ya han empezado a recorrer las vías. La
limpieza de las calles es bastante sobresaliente y la presencia de papeleras es
constante en todas las aceras. Hoteles de grandes cadenas internacionales con
mucha categoría y lujo se ubican en casi todas las ciudades, aunque no todos se
encuentran en las zonas principales de las ciudades. Y sobre todo restaurantes.
Estos están salpicados por todos los rincones, donde la sabrosa comida china da
una vuelta más a la que se conoce por estos parajes. Incluso cadenas de comida
rápida muy conocidos en occidente, se han ubicado allí también con dudosa
aceptación, de momento.
En
definitiva, si tienes la ocasión de visitar China, hazlo, pero con mucha
paciencia. Luego te gustará más o menos pero lo disfrutarás seguro. Ya no es lo
que presumíamos que era, pues el gigante ya despertó, y no tiene vuelta atrás.