lunes, 19 de enero de 2015

Hungria

HUNGRIA
EL CORAZÓN MILENARIO DE EUROPA


Cercenada tras la primera gran guerra, que redujo su territorio de forma drástica privándole de su ancestral salida al mar, y su posterior permanencia a la orbita soviética imperante en el este de Europa, en 1989 Hungría se reinventa despojándose de todos los estigmas que la marcaron durante gran parte del Siglo XX. Señaló el camino que siguieron otros países más tarde y en 2004 sello su pertenencia a la Unión Europea, acción que supuso el impulso definitivo para posicionarse como una de las economías más pujantes de la zona. Gracias a esa integración en la UE, el desarrollo económico de las diversas regiones de Hungría ha ido creciendo paulatinamente desde entonces, dejando que la iniciativa privada marcara el paso.


La magnifica red de carreteras y autopistas que parten de Budapest ha permitido acercar al viajero a regiones que hasta ahora no se planteaban al organizar un viaje. Si disponemos de pocos días y necesitamos explorar más allá de Budapest, una opción es coger la autopista E75 y dirigirnos a Kecskemet. Allí encontraremos una ciudad amable con pocos coches por su casco antiguo, lo cual nos permitirá realizar un corto paseo por su ambientada plaza en la que se ubica el majestuoso edificio de su Ayuntamiento en el que a las horas en punto se pueden escuchar melodías de campanas desde su torre de estilo modernista. Diversas iglesias y edificios nos recuerdan el peso arquitectónico que tuvo Hungría a lo largo de la historia y que a día de hoy perduran perfectamente mantenidos. Terrazas donde hacer un alto para un refrigerio no nos faltarán en la ciudad y si deseamos comer, el Restaurante Kecskemeti Csarda (www.kecskemeticsarda.hu) es uno de los más típicos y afamados de la ciudad y que no nos defraudará.


Si en vez de circular por la autopista E75 lo hiciéramos por la E73 en dirección sur hacia la frontera de Serbia llegaríamos a Mohacs, ciudad donde tuvieron lugar dos celebres batallas con su nombre y que marcaron el principio y el fin de la dominación Turca en la región. Hoy en día Mohacs se ha convertido en una tranquila urbe de poco más de 20 mil habitantes y que se ha hecho famosa en el país por su celebre carnaval, a cuyos festejos se aproximan gran cantidad de Húngaros. Durante los festejos sus habitantes se disfrazan de animales y haciendo gran estruendo con enormes carracas y cencerros recorren la localidad, emulando así la forma en que consiguieron desalojar al invasor Otomano. Ello ha dado lugar a la creación de un museo de interpretación del carnaval y que se puede visitar todo el año si no tenemos de ocasión de acudir a la ciudad en las fechas del evento. Estos festejos han sido declarados Patrimonio Cultura por la Unesco.


A tiro de piedra de Mohacs encontramos la joya del sur de Hungría, Pecs, nombrada Capital Cultural Europea en 2010 y hoy destino de numerosos estudiantes Españoles que a ella acuden gracias a las Becas Erasmus. Se necesita tiempo para recorrerla pues numerosos son sus atractivos. El Centro de visitantes “Cella Septichora” ubicado en las inmediaciones de la Catedral, ofrece restos arqueológicos Romanos, la Basílica de San Pedro (catedral) con sus cuatro torres y su museo de piedras talladas, la Mezquita del Baja Cazi Kasim (hoy Iglesia Católica) ubicada en la plaza central de Pecs, el Barrio Cultural Zsolnay, ubicado en los terrenos de la factoría de porcelana Zsolnay, y referente mundial del diseño de objetos e incluso joyas (de la importancia de la porcelana Zsolnay para la ciudad es muestra la cantidad de edificios decorados con cerámica que se diseminan por Pecs), de ello encontraremos más información en www.zsolnay.hu. Un tiempo de asueto podemos disfrutar en el balneario de Harkany, con sus aguas sulfurosas y a una agradable temperatura de unos 60ºC, e ir cargando las pilas para la visita que se debe hacer si o si a las bodegas ubicadas en las localidades de Villany y Siklos, entre las que destaca la denominada “Attila Gere” (www.gere.hu) con gran variedad de vinos blancos y tintos de una calidad reseñable y con unos modernos sistemas de recolección, crianza, almacenamiento y embotellado, que no envidian a las modernas bodegas francesas o españolas.

Desde Pecs y sus alrededores podemos y debemos encaminarnos al lago Balaton, haciendo una parada en el parque temático de Bikal, sobre todo si tenemos niños pequeños, para pasar un rato en la recreación de una aldea medieval con todos los servicios y demostraciones necesarias para hacernos una idea de la vida en siglos pasados. El lago balaton es actualmente el centro vacacional por excelencia para los húngaros. Con sus 70 Km de longitud es su “pequeño mar” tras perder las salidas naturales al Báltico, Adriático y Negro. A el acuden gran cantidad de Alemanes y Austriacos, atraídos por sus actividades acuáticas y a la búsqueda del sol. Una gran cantidad de negocios de restauración y hoteleros hacen muy fácil permanecer en sus inmediaciones, junto con tiendas de artesanías y recuerdos de la zona. No nos será difícil encontrar alojamiento para unos días de descanso y lo agradeceremos.


En la parte norte del Balaton encontramos Vezprem, fundada sobre siete colinas, y con un casco antiguo más que atractivo. La Catedral de San Miguel (de estilo barroco) con su biblioteca y la Capilla Gizella (gótico) se ubican en el y al que se accede por el Arco de la Puerta de los Héroes. En un breve recorrido por sus calles encontraremos salas de arte, exposiciones varias y pequeños cafés en cuyas terrazas disfrutaremos de momentos de asueto.


Si ya estamos repuestos y preparados, desde Vezprem hemos de dirigirnos a Szekesfehervar y allí utilizar la autopista E71 que nos conduce directamente a Budapest, la Perla del Danubio, y que será un colofón fascinante a esta corta incursión por tierras Húngaras. Habremos disfrutado de carreteras impecables, pueblos preciosos y limpios con un ambiente cosmopolita como pocos en Europa, arquitectura mágica, cultura a raudales (sobre todo música, mucha música), relax en sus múltiples balnearios, hospitalidad, paisajes y también habremos regado el cuerpo con unos vinos que son la envidia de los países vecinos (especialmente el Tokaj) y deleitado el paladar con su cocina, ya sea tradicional o actual, que se ha hecho celebre por todo el mundo con sus tentaciones gastronómicas. Solo falta decidirse a conocerlo.

Oporto

OPORTO
ENTRE PUENTES A LA BUSQUEDA DEL VINO


OPORTO, Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es tras Lisboa la segunda ciudad más importante de Portugal y la cuna de los ancestrales “Vinho Verde” y “Vino de Oporto”, desde cuyo puerto son enviados a todos los continentes, y que se convierten en una refrescante degustación desde cualquier bar o restaurante en las orillas del Duero.


Ubicada al Norte de Portugal, no solo presume de Vino. Sus edificios del centro histórico, el rio Duero que lo acompaña, los seis puentes que lo cruzan, sus calles empinadas y adoquinadas y sus tejados que se deslizan hacia el rio, le confieren ese encanto decadente y que invita a recorrerla pausadamente para apreciarla en toda su belleza. El  ajetreado ritmo que encontramos en sus calles, donde peatones, tranvías (solo dispone de tres líneas, pero cubren sobradamente toda la ciudad) y vehículos pugnan por hacerse paso, da lugar a un caos frenético que solo los naturales de la ciudad parecen comprender.


            El Casco Antiguo gira entorno a la Plaza de la Liberdade y la Avenida de los Aliados, siendo la cercana Estación de Sao Bento en punto más popular de acceso al barrio. En él encontramos la Sé de Oporto (Catedral), Monumento Nacional con detalles barrocos en su fachada, el Teatro Nacional Sao Joao (plaza de Batalha), la Torre de los Clérigos, usada como guía para los barcos y con casi 80 m de altura (impresionantes las vistas desde allí), la librería Lello, con su interior de madera y con la incomparable escalera que nos lleva al piso superior, donde turistas y lugareños se afanan en buscar obras literarias en gran variedad de idiomas.

            Pero la mejor vista de Oporto se obtiene desde la Ribeira. La Orilla del Duero se encuentra salpicada de restaurantes con muy buenos precios, desde donde se visualizan los seis puentes que atraviesan el rio, siendo el de Don Luis I el más reconocido por su armazón metálico y que fue diseñado por uno de los discípulos de Eiffel con dos niveles de transito de peatones, vehículos y metro. A lo largo de la Ribeira se alternan los comercios (tradicionales y nuevos) con las viviendas particulares y las vendedoras de pescado, las cuales nos llevan a creer que allí se detuvo el tiempo y que no ha perdido aun su idiosincrasia particular.


            Una visita también merece el Mercado de Bolhao, ubicado muy cerca de la Avenida de los Aliados. Con un gran patio central, a su alrededor se ubican infinidad de puestos de verdura, pescado, carne y sobre todo flores. Varias plantas lo conforman bajo una estructura que nos llama la atención, pues tiene una cierto aire decadente debido a su antigüedad.

            No seria prudente el no acercarse a las varias bodegas de vino que existen en la ciudad. Atravesando el Duero encontramos algunas de ellas en Vila Nova de Gaia y a ellas podremos acceder por nuestra cuenta o en los múltiples tours que nos lo ofrecen. La de “Ramos Pinto”, “Offley”, “Sandeman” o “Ferreira” son algunas de las más reconocidas y en las que podremos elegir el vino que más nos complazca para llevarlo de vuelta a casa.



            En cuanto a comida, no echaremos nada en falta. A la ingente variedad de pescados (encabezados por su mítico bacalao) sumaremos los diversos guisos que en sus restaurantes encontramos. Para un tentempié (no ligero precisamente) recurriremos a la llamada “Francesinha”, especie de Tosta o Bocadillo con chorizo, jamón y queso. Si cualquier comida la regamos con vino de la tierra o cerveza “Sagres”, habremos hecho el colofón perfecto. También la Nueva Cocina Portuguesa nos sorprenderá, por lo que terminar el día cenando en alguno de los restaurantes que la ofrecen no nos defraudará.